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30 de mayo de 2014

Cap. 14 - ROSE

CAPITULO 14 

ROSE






Unos cuantos días después, Elise dormitaba en el asiento trasero del auto mientras que Edward manejaba tranquila y velozmente, el largo trayecto nocturno de regreso al hogar de ella. 

La estadía en la casa Cullen había sido tan abrumadora en descubrimientos que Elise había deseado más de una vez la capacidad de ellos de no requerir del sueño y ahora, al ser de nuevo sólo los dos, el agotamiento se había apoderado una vez más de su cuerpo a pesar de los perturbadores recuerdos que flotaban por los rincones de su mente.

Una vez en el interior de su cuarto y aún de madrugada, se tumbó en la cama a seguir durmiendo hasta bien entrada la mañana. Cuando finalmente se vio libre de saludos, conversaciones a medias y obligaciones, buscó la soledad del Parque Jefferson para poder meditar sobre todo lo aprendido antes del anochecer y de la aparición de Edward.

En el recuento posterior, el primer impacto había sido al toparse con una casa ultra moderna en medio del bosque, llena de amplios ventanales y de muy agradable aspecto. Después, había venido el conocer de golpe a todos los miembros del clan y concederlos demasiado normales en apariencia y carácter como para ser lo que eran en realidad; exceptuando obviamente, por la desgarradora belleza y las habilidades sobrenaturales que tenían en común con Edward.

Carlisle y Esme eran el epítome de la pareja perfecta, desbordantes de amor el uno por el otro así como en piedad y ternura para con los que les rodeaban. Para Elise, convivir con ellos, le hiso sentir como si se tratase de sus padres mismos y fascinada devolvió con la misma incondicionalidad el afecto que de ellos recibía. Los demás, las parejas más jóvenes, fueron un asunto diferente, debido a lo variado de sus personalidades. Las únicas cosas en común que todos ellos tenían aparte de su dieta y del fuerte lazo amoroso que los unía como a una auténtica familia, fue la curiosidad que les causó a todos la humana que había logrado hacer que Edward regresara a casa cuando parecía que él estaba completamente perdido.

Una vez controlada la ebullición en todos ellos, Elise había sido testigo de un lado de Edward que desconocía. El de un hombre de familia, hijo, hermano y amigo en libertad de expresarse y ser él lo que era en realidad, hasta donde le fue posible dadas las circunstancias.

En la belleza del lugar, él le había mostrado a Elise otro de sus secretos, el que los mantenía alejados del sol; y tal como  lo había previsto, ella lo había aceptado sin temor alguno al aproximarse a su brillante piel y besarla con reverencia y pasión. Provocando con ello el olvidar por un rato el poco tiempo que tenían y hacer el amor en ése mismo apartado prado. Y mientras se entregaban de nuevo a esa comunión, cada uno se sumergió en sus propios pensamientos. Mientras que Elise se dejaba abrumar por la belleza del reflejo del sol sobre el duro cuerpo de él y se perdía en la erótica imagen que su imaginación le recreaba de ellos como amantes; Edward disfrutaba de aligerar el peso de sus secretos y acercarse poco a poco a una plenitud que añoraba vivir con ella.

Al regresar de ese encuentro a la casa, Emmet dio a conocer completamente como era él cuando sin vergüenza alguna y sí bastante descaro, bromeó e hizo burla ampliamente respecto al evidente encuentro sexual entre su hermano y la pelirroja, disfrutando enormemente del sonrojo que le causó a ésta última y señalando lo divertido que era contar con un cerillo humano tan fácil de encender en casa y de lo peligroso que eso podría resultar si la flama derretía a su hermanito. Una boquiabierta Elise no se dejó amilanar, aún y cuando de la garganta de Edward salía un gruñido amenazador para con Emmet, interrumpiendo la incipiente discusión entre ellos al soltar con voz ligera una igualmente escandalosa y candente broma al respecto para pasmo de Edward y placer del grandulón que soltó una atronadora carcajada mientras afirmaba que Elise le encantaba y felicitaba a Edward por haberse dejado quemar por la marejada roja.

Jasper, en cambio, se mostró reservado y serio casi todo el tiempo, desplegando un educado respeto hacia ella que contrastaba tremendamente con el carácter relajado y ameno de su mujer, Alice.

La forma en que la miraba ésta última no le pasó desapercibida a Elise, notando en sus ojos una tristeza que no se evaporaba completamente ni con la más risueña de sus agradables sonrisas. Alice fue siempre acomedida, generosa y cariñosa con ella; agradeciéndole en varias ocasiones el haber aceptado y ayudado incondicionalmente a Edward desde un inicio. Pero también fue clara poco antes de la despedida, pidiéndole cuidara de su querido hermano hasta el último día con honestidad y piedad, deseándole a ella claridad de pensamiento para poder lidiar con todo lo que se le avecinaba. Y afirmando también cuánto le hubiese gustado conocerla mucho antes, para poderla haber ayudado y quizá con ello, tener un desenlace distinto.

Si para Edward, esas palabras habían sido desconsoladamente apabulladoras, Elise encontró en las que tuvo en conversación con Rosalie, la mujer de Emmet, las que la seguirían hasta el último momento de su vida. Ya que gracias a ellas pudo comprender a cabalidad lo que Carlisle le explicó más tarde esa misma noche.

Al atardecer del segundo día, mientras varios de los miembros requerían ir de caza y convivir como antaño con Edward, Elise se vio interceptada por Rose mientras miraba en soledad y retrospectivo silencio las últimas luces del sol perderse en el cielo, en inquieta espera por el retorno de su amado vampiro de ojos azul transparente. 

-Elise…

El sigilo con que eran capaces de acercarse los Cullen parecía algo a lo que nunca se iba a poder acostumbrar, pensó la aludida, mientras saltaba sorprendida por la repentina presencia a su costado de la hermosa Rosalie.

-Hola Rose.

-El ocaso, nunca me canso de admirarlo –dijo Rose-, su belleza me conmueve en todo lo que él significa. Esa pérdida del día y calor es el recordatorio eterno de lo que ya nunca será para nuestra especie.

Elise elevó las cejas consternada por la confidencia, sintiendo instantáneamente pena e identificación para con la rubia a su lado.

-¿Aún lo extrañas? Estar… ¿Viva…?

La fría y resignada sonrisa no le pasó desapercibida a Elise cuando Rose se encogió de hombros levemente antes de responder.

-¿Qué tanto te ha dicho Edward respecto a nosotros? A lo que somos.

-Creo que sólo lo que él ha considerado relevante.

Rosalie torció el labio levemente en señal de desaprobación, molesta por la parquedad de Edward en un tema tan importante, así como por las reacciones que seguramente la charla que iba a tener con la humana, tendrían en su desequilibrado hermano.

-Es un hecho que él confía en ti de un modo total Elise, de otro modo tú no estarías aquí, con nosotros.

La penetrante y clara mirada de Rosalie inquietó la confianza de ella. Por alguna razón, los vellos en la nuca de Elise se erizaron en respuesta a una extraña sensación que le corrió por la espina.

-Yo supongo que tú también sabes de mis secretos, ¿no es así Rose?

-¿Te refieres a tu enfermedad?

-Sí.

-Bueno, sí. Pero ella es evidente en todo tu aroma. 

-¿No piensas que esa es otra circunstancia que hizo a tu hermano traerme aquí?

Rosalie la estudió con la mirada. La chica era inteligente.

-Sí. Estoy segura que esa es la razón principal.

-Rose, ¿puedo preguntarte algo?

La interpelada asintió con la cabeza a modo de sutil respuesta.

-¿Crees tú…? ¿Piensas que Edward va a transformarme…?


-¿Se lo has pedido tú?

-No.

-¿Lo quieres? ¿Ser como nosotros?

Elise se encogió ante la pregunta.

-No.

Rose elevó una ceja, interesada en las reacciones que todo el cuerpo de Elise exudaba aparte de lo que su voz decía.

-¿Entonces, por qué estás aquí?

-Porque Edward me lo pidió.

-¿Solamente por eso? ¿No te damos curiosidad?

-Eso es inevitable Rose. Mi cabeza sigue diciéndome que todo esto es una locura, pero también estoy empezando a creer que a veces, cosas imposibles les suceden a personas en momentos cruciales en sus vidas… O al final de ellas.

-¿Acaso no tienes miedo de morir Elise? Pareces muy tranquila al respecto. No me das la impresión de ser una persona tonta y hueca que desdeña un tesoro por una cuenta brillante.
La crudeza de Rosalie le hubiese molestado a cualquiera seguramente, pero esa claridad de expresión era justo lo que Elise estaba empezando a valorar más en ella.

-Rose, no quiero morir. Quisiera poder vivir más, tener una vida normal, viajar, seguir riendo y disfrutando de cada día de mi vida, tener el tiempo de amar a tu hermano; pero es que no soy extraña a la muerte. Ha sido mi guardiana desde muy pequeña, si acaso, me le escapé en varias ocasiones y ella se hizo de la vista gorda por un tiempo. Pero es evidente que ya no más. ¿Qué voy a hacer, dime? Podría sentarme a llorar y ahogarme en mis lágrimas. Ya lo hice y no me funcionó para aliviarme. Podría hacer sufrir a muchos conmigo, pero no deseo eso. Prefiero… Prefiero vivir hasta donde pueda y luego…

-Pero ahora tienes otra posibilidad.

-No es natural, Rose. No te ofendas, pero…

-Lo sé… No tienes que explicarte. Yo también pienso así aún. Yo… 

Por un momento pareció que la rubia iba a llorar, pero ninguna lágrima o sollozo salió de su boca mientras su vista se perdía en lo que se extendía afuera del ventanal; un manto oscuro que tendiéndose sobre toda superficie del bosque alrededor de la mansión y más allá.

Repentinamente, la vampira sonrió para sí misma, sacudiéndose de encima cualquier malestar que parecía le había acogido y giró de nuevo hacia Elise, con una expresión distinta en sus ojos.

-¿Edward te contó sobre cómo es el cambio o de mi historia?

-No, de ti no. Él es muy respetuoso. Sólo supe de la existencia de todos ustedes apenas hace unos días.

-Típico de Edward… Aún en su locura, no perdió su esencia… Supongo al  menos que sabes lo básico, ¿no es así?

-¿Te refieres al veneno y la sangre?

-Sí.

La burlona sonrisa le caló a Elise, adivinando inmediatamente que había mucho más de lo que Edward se había limitado a decirle.

-Una vez que la transformación se completa; que la ponzoña que fluye por tus venas consumadamente mezclada con tu sangre, termina el dolor.

-¿Dolor?

-¡Oh, Edward! Debió haber sido más específico contigo. El cambio toma tres agonizantes días Elise, en los cuales ruegas cada instante que alguien te mate y termine con la tortura lacerante que experimentas. El veneno quema por dentro, pero por fuera te vuelves hielo hasta que quedas congelado. Toda tú quedas detenida en un momento del tiempo, justo en el cuál terminó tu existencia. Lo que eras, lo que sentías, como pensabas; todo permanece igual por siempre. Prácticamente no envejeces nunca más, la humanidad te queda vedada y sólo puedes apreciarla desde afuera… Si logras contener al monstruo en que te conviertes. 

-Pero ustedes, todos ustedes son, no matan personas.


-Eso no quiere decir que no sintamos necesidad perene por la sangre Elise, sólo que elegimos controlar nuestros instintos y luchar día a día por no perder cualquier rastro de humanidad que podamos conservar.

-¿Es tan difícil?

-Sí. Sobre todo si la has probado. ¿Sabes que Edward lo hizo por mucho tiempo, verdad?

-Sí, pero sé que eran en su mayoría desahuciados, o asesinos; depredadores de su propia gente.

-Eso no quita que él también asesinaba a gente que jamás podría defenderse de alguien como nosotros.

-¿Estás diciendo que Edward fue malo?

-No Elise, sólo que perdió el rumbo cuando perdió la esperanza.

-¿A causa de Isabella, por su  muerte?

-Así es.

Elise calló. Una vez más sin respuesta ante lo evidente. Rose tomó ese silencio como pauta para seguir su discurso. Sabía muy bien lo que quería decirle a la humana.

-Nosotros somos muy distintos al resto de los vampiros que existen Elise. Ellos, son lo que son, porque el cambio nunca les tocó o porque nunca lo buscaron. Pero el hecho es que nuestra diferencia principal con el resto de la especie, es que amamos. Cuando encontré a Emmet estaba a punto de perderme. De no ser por él, porque apenas contemplar su débil y agonizante rostro aniñado, mi corazón se liberó del hielo que lo apresaba. Supe de inmediato que amaba a ese hombre y que yo moriría con él si Carlisle no lo salvaba para mí. 

Elise contemplaba con fascinación a Rosalie mientras hablaba, consciente de la transfiguración de suavidad en las facciones que el recuerdo le acometía.

-Afortunadamente él también me amó del mismo modo desde su frágil forma humana. “Mi Angel”, me llamó, tan bajo, que sólo alguien como yo lo pudo oír mientras corría con él en brazos en busca de Carlisle. Soy muy afortunada Elise… Y aún así… Aún con mi amado Emmet a mi lado, no he dejado de estar enojada y resentida por haber perdido lo que tanto añoraba mientras moría… -Los fieros ojos transparentes se clavaron en la pelirroja antes de terminar de hablar, quedándose grabados por siempre en su memoria ante la fuerza de los mismos.- Vivir.

Elise se quedó boquiabierta. ¿Cómo contestar a eso? ¿Acaso el amor no era suficiente entonces?

-¿Por qué me estás contando todo esto Rose?

-Porque quiero que entiendas, porque detestaría que te mintieran o que tomes la decisión equivocada si se da la ocasión. El cambio es raro en nosotros, cuando se presenta es para siempre y sólo he visto dos cosas que tocan de ese modo a nuestra especie.

-¿El amor? –Interrumpió Elise, acotando lo escuchado.-

-Sí, y también la desesperanza. Ambos son sentimientos muy poderosos Elise. En la rabia en que me encontraba luego de volverme, esto; luego de verme despreciada por primera vez en mi vida por el tonto de Edward, fui cayendo en cuenta de que nunca iba a ser lo que yo soñaba otra vez. Mi decepción solo se fue acrecentando con el paso del tiempo, consciente de la soledad a la que me hallaba condenada en ésta existencia. Nunca iba a ser madre, a envejecer al lado de un hombre amado, a ser querida por mi familia, mi descendencia. A ser llorada y recordada con orgullo y cariño por todos ellos cuando muriese de anciana. ¡Claro que mis padres lamentaron mi pérdida! Y el no poder consolarlos fue también tortuoso. Aún sigo visitando sus tumbas, sabes. Aún charlo con ellos para hacerme creer que están en paz a pesar de que nunca dejaron de buscarme.

-Yo no quiero que mis padres sufran Rosalie, es por ello que me estoy alejando, porque no es justo que encima del dolor que les va a causar mi muerte, carguen con mi agonía cuando no hay esperanza.

-Que un padre entierre a sus hijos no es natural y me admiro de tu falta de egoísmo Elise, espero que siempre tengas esa fortaleza. Pero no estoy hablando de ello. Quiero que entiendas que aún con todas las posibilidades que ésta nueva vida me ofreció, deseé morir muchas veces. Llegué a intentarlo varias ocasiones en realidad. Pero nuestro instinto de auto conservación es aún más poderoso que en la forma humana. Con todo y eso, estoy segura de que si no hubiese encontrado a Emmet y a su amor, lo habría logrado. Me habría prendido fuego a mí misma tarde o temprano.

-¡Rose!

-Elise, ¿estás comprendiendo lo que te quiero decir? –Aquella se quedó en blanco, no estando segura, así que esperó por la segura confirmación de sus temores.- La soledad eterna, la desesperanza que conlleva, te cambia, te destruye. ¿Serías capaz de vivir eternamente con alguien que quizá jamás podrá amarte como tú a él?

-¿Edward no podrá volver a enamorarse Rose? ¿Eso es lo que me quieres explicar?

La espigada rubia la miró verdaderamente preocupada, asintiendo en silencio sin dejar de contemplar las reacciones de la chica. Casi pudo oír cómo se partía en pedazos el corazón humano y se apiadó mucho de ella.

-Te lo dije, el cambio es raro. Él ya lo experimento, en ambos extremos de la lanza y honestamente, no sé si nuestra especie pueda… 

-¿Crees que no me quiere? –Las lágrimas rodaban ya por la cálida mejilla en silencio.-

-Te quiere, si, pero está dañado Elise. Hueles como ella, al menos un poco, y eso es algo de lo que él no podía escapar. Siempre será Bella, Elise. Nunca estará pleno de nuevo.

Elise se aferró a sí misma. Lo sabía. Edward mismo se lo había explicado pero no había querido entenderlo. ¡Ay!

-Lo lamento Elise.

-No… Te lo agradezco Rose. Tienes razón, gracias por decírmelo… Aún así, eso no cambia nada… Yo, no…

-¡Ahí vienen! Estarán aquí en unos cinco minutos, puedo oírles ya a lo lejos.

Rosalie levantó un dedo en dirección de su rostro para interrumpirla y alertarla. Edward no iba a tomar bien encontrar a su humana llorando… Torció el labio y desechó cualquier remordimiento, le daba igual si se enojaba. Elise tenía todo el derecho de conocer sus cartas si es que su hermano insistía en salvarla sin pensar en las consecuencias.

-Me retiro Elise, quiero estar con Emmet a su regreso.

Apenas había asentido cuando Rose ya había desaparecido, asustándola de nuevo con su velocidad y dejándola con demasiado en la cabeza como para desear ser atrapada en llanto. Se limpió las lágrimas con la manga sabiendo bien que Edward podría olerlas, así que más bien se puso a idear una explicación para ellas. No iba a contarle de su conversación con Rosalie.

Cuando la casa se llenó de gente y risas de bienvenida, fue evidente para todos el aroma a sal en la piel de ella y luego de saludos y breves explicaciones los dejaron solos prudentemente, mientras un erguido Edward la arropaba entre sus brazos, protector y preocupado.

La mentira de ella, sobre sentirse abrumada ante el peso de lo que no tendría jamás por culpa del cáncer, fue suficiente para convencer a Edward de que los pensamientos de desolación que emanaban de su mente eran reales.

Abrazándola en silencio, Edward rogó porque Carlisle convenciera a Elise cuando hablara con ella.


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¡Quiero llorar! 
Debo estar loca por sentir tanta pena por alguien que ni siquiera existe…

Cariños: Sissy

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