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3 de noviembre de 2010

Mi Secreto Capítulo 1: El Inicio





Capitulo 1

EL INICIO


Sentada en una de las pequeñas mesas de la sección de alimentos miraba la pantalla de mi computadora y rumiaba por lo bajo. Estaba tratando de memorizar todos los datos que debía identificar para llegar a la nueva casa de mi hermano en San Diego, California; ciudad que yo apenas si había visitado brevemente en unas contadas veces desde mis catorce años, poco antes de su boda con una chica americana. El matrimonio ya tenía algún tiempo de disuelto y por eso era que mi hermano se había mudado tiempo atrás. ¡Condenación! ¡Ojala y no me perdiera con todo y equipaje! Me sentía frustrada y un poco incómoda ante el cambio en los planes para mi llegada, pero ya no había nada que hacer al respecto. Al interior del aeropuerto internacional con mis maletas ya registradas y mi vuelo saliendo en un par de horas, tenía que hacer esto funcionar.

De repente, sentí una figura removerse alrededor mío. Inquieta levanté la vista y ahí, enfrente de mí, vi a un pálido y alto chico algo rubio que se evidenciaba nervioso en todos sus movimientos. Como me evadió la mirada y no me habló, opté por volver a mi monitor, permaneciendo alerta por si acaso ya que tampoco se alejaba de mi lugar. Entonces, un pequeño carraspeo me hizo levantar la vista de nuevo.

-¿Disculpa, hablas Inglés? 

Supongo que en un aeropuerto ésa frase se oía a menudo, pero para mí era una extraña forma de iniciar una conversación.

- Uh… Si –contesté en ése idioma mientras le miraba al rostro sorprendida-.

-Bueno, es que me preguntaba si… -Se encorvó un poco hacia mi-, si me podrías ayudar a comprar un café…

En mi interior, un zumbido empezaba a vibrar en mi cabeza… Yo conocía ésa voz, yo sabía que la había escuchado antes, pero no ubicaba en dónde, necesitaba concentrarme. Hablar en Inglés no era el problema.

-¡¿Cómo?! –Mi vista se fue y vino en dirección del Starbucks en el corredor adjunto, acción que él imitó-.

-¿Puedo? –Dijo señalando a la silla frente a mí, mientras yo asentía cautelosa y aún tratando de identificar su voz-. Lo que sucede es que no hablo nada de español y además sólo traigo dólares encima -Al inclinarse nervioso en mi dirección le noté sus extraños y opacos ojos marrones mirándome detrás de los gruesos lentes. También noté que ni siquiera eso le disimulaban lo hermoso  de su varonil rostro-, Muero por un café y una coca –Sonrió torcidamente burlándose de sí mismo al saberse tan estúpido e indefenso ante mí-. Yo… te invito uno, si quieres… ¿me ayudarías?

¡Pobre chico! De verdad, me causaba risa y pena su situación y no pude más que reírme con él.   

-Claro, te ayudo… ¿Qué tipo de café quieres?

Él suspiró y todo su cuerpo empezó a relajarse mientras me daba un billete y me describía su gusto. 

Metí mi portátil al bolso y lo dejé cuidando la mesa en la aún tranquila madrugada del aeropuerto. Ése zumbido interior se estaba convirtiendo en una escandalosa sirena…

De golpe me vino la imagen del rostro a quién pertenecía ésa voz. ¡Ya! ¡Ya lo había identificado, sí; con todo y disfraz! Su practicado acento americano me había hablado muchas veces desde la pantalla; y su rostro… ¡cuántas veces lo había buscado en Internet sólo para admirarlo! ¡Ay! Tenía que controlarme y no demostrárselo. ¡No! No me interesaba hacer el ridículo con él... Mi gran placer culposo en persona.

Mi respiración estaba agitada para ése momento y luchaba por controlar mi emoción; sentía que me haba sonrojado bastante desde antes de levantarme del lugar y me alegraba de contar con tiempo para tranquilizarme mientras esperaba por la orden en la cafetería. Ojalá y él lo hubiera confundido con mi risa y no lo tomara como la señal para salir corriendo a penas le diera su soda. ¡Vamos! Yo podía hacer algo mejor que eso.

Pero dentro de mi cabeza un diálogo interno peleaba a dos voces: una urgiéndome a comportarme como una chiflada hormonal y la otra, más familiar, a controlarme y vivir el momento.

-Tranquila, si te está pidiendo ayuda a ti, es porque le pareciste confiable, no salgas con que en realidad sí eres una chiflada más, y con lo de la foto y abrazo... Mejor trátalo con cuidado, el pobre chico se lo merece. No en balde se tomó la molestia de los lentes de contacto tratando de esconderse… Protégelo, hazte la ignorante… ¡Al fin, nadie te va a creer en casa cuando les cuentes con quién compartiste un café!

Decisión tomada y con una sonrisa apretada en los labios, pronto me encontré de vuelta con nuestra charola, él me miró agradecido al sentarme y tomó sus bebidas.
-Aquí está tu cambio y gracias por mi café.

-No, gracias a ti, aún faltan dos horas para que salga mi vuelo y necesitaba con urgencia una buena dosis de cafeína –ahí estaba de nuevo la sonrisa torcida de él que me encantaba y sonreí también coincidiendo en la delicia de ésa cuasi-adicción -¿te importa si fumo?–. Moví la cabeza en negación a lo cual él sacó de su bolsillo un maltratado paquete de cigarrillos y me ofrecía uno.

-No, no fumo más.

Él arqueó la ceja con interés y sonrió.

-Bien por ti… ¿Hace mucho que lo dejaste? –Preguntó mientras encendía uno y daba su primera y gloriosa bocanada del día.  Yo no pude evitar mirar brevemente sus labios entornados de humo y para hacerme la disimulada me concentré en preparar mi taza-.

-Oh, bueno, nunca fumé muy en serio, más bien  fui social. Hace unos cinco años y de repente, me dio asco el sabor,  así que aplasté mi cigarrillo y no he vuelto a fumar.

-¡Hum! Desearía tener ésa fuerza de voluntad…-le noté pensativo y su voz cambió a un tono sarcástico –Pero creo que si lo dejo ahora, me volvería loco; para mí se ha convertido en un modo de lidiar con el stress. 

-¿Fumas hace mucho?

-Desde los doce años… Cuando me atraparon en la escuela fumando y reincidiendo, me expulsaron… -Rió entre la bocanada de humo- El cigarro se ha quedado conmigo más tiempo en mi vida que la mayoría de las cosas…

Pobre chico, se estaba confiando a mí con la desesperación y la facilidad que te produce un extraño al que crees no volverás a ver. Sin poder evitarlo, suspiré empática y él me miró ensoñado tras los pesados lentes.

-Me llamo… -dudó un poco- … Thomas ¿y tú?

-Nin.

-Nin… ¿Por Nina?

-Si.

-Me gusta tu nombre, no es muy común, el mío sí. – Volvió a reír y yo reí de la misma broma que él pensaba era privada – Y, ¿a dónde te diriges Nin?

-A California, a visitar a mi hermano unos días… -Al recordarlo, mi voz dejó salir un poco de desencanto, cosa que él notó-.

-No te escuchas muy convencida…

-Hummm, la verdad es que, no fue mi idea  lo del viaje, pero lo acepté por otros… Y ahora, él no va a estar para recibirme así que me las tendré que ingeniar.

-Ah, ¿y por qué no va a estar?

-Él es médico y le programaron de repente una cirugía para ésta mañana, apenas anoche me lo notificó… ¿Y tú? ¿A dónde vas? –, me mordí el labio esperando mi pregunta sonara casual y no le espantara-.

-También a Cali, regreso al trabajo después de una “escapada”… -Se rió con ganas de su propio chiste pensando que yo no lo entendería –. Estarán ansiosos por ponerme las manos encima en cuanto llegue, pero aún es mi vida, así que… -. Y dejó inconcluso el pensamiento entre otra bocanada.

-¿Muchas obligaciones?

-Ni te imaginas… En realidad no quisiera regresar, pero tengo que hacerlo. Y además, bueno… Esta… Ella… No, eso no… -se notó que ésas últimas palabras no eran para mí, pero aún así las escuché -.

-¿Una chica? –. Le miré comprensiva.

-Siempre hay una chica cuando uno pone ésta cara, ¿no?… Ella, mmm, ella es muy complicada y no sabe lo que quiere…

Por dentro me sentí rabiosa, ¡semejante tonta! Todo el mundo sabía el daño que le estaba haciendo, ¡no se podía ser tan ciega…!

-¿Qué edad tiene? – Fingí de nuevo ignorancia, era lo mejor.

-Diecinueve… Pero es muy madura para su edad -la defendió antes de que yo dijera algo-,  bueno, –concedió otra vez sin que yo hablara-, excepto en esto… Sabes… Conmigo se comporta como si estuviésemos en el colegio, ¡me vuelve loco!

-¿Y tú, le llevas mucha diferencia de edad?

-No, yo tengo veintitrés, pero he vivido una vida más normal que la de ella… Quizá por eso yo no tengo dudas… Ni miedos, ni me importa el qué dirán. ¡Puaf! Sueno bastante tonto, ¿no? - Exhaló sin esperar en serio una respuesta y su mueca se tornó lejana. Yo sólo me oculté en un sorbo de café-.

¡Wow! Estaba sorprendida. En tan sólo lo que dura un cigarrillo tenía confirmado lo que toda la prensa rosa mundial especulaba sobre ésos dos… ¡Y yo sin haber si quiera merecido tanta confianza! Tomé otro trago para alargar la pausa y respetar su confesión, una vez más en silencio me juré no decir nada a nadie ante lo evidente de su dolor.

Sin querer mis pensamientos se volvieron en contra mía. ¡Vaya que  si yo misma sabía bastante de dolencias así! ¿Acaso no me encontraba huyendo por lo mismo? Sabía que la distancia y un par de semanas de poco me servirían para resolver lo que no había logrado en tres años… Y aún así estaba sentada en un aeropuerto. Yo, con veintisiete años no era muy distinta a él… Desconcertada, perdida y enfrentada por voluntad propia contra todos a los que les importaba por algo tan estúpido como un corazón roto. No, la edad no cambiaba mucho las cosas a fin de cuentas.

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Espero no haber aburrido a aquellas que se animaron a leer esto. Si les ha gustado, lo seguiré contando, si  no… seguirá siendo una broma  que me conté a mi misma alguna vez.
Sissy

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