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2 de junio de 2012

Mi Secreto. Capítulo 21: Rembrandt

 

CAPÍTULO 21

REMBRANDT



Sentada en el piso cerca del stand de energéticos, sonreía feliz mientras me limpiaba el sudor de la frente y bebía un poco del vaso. Estaba contenta de no haber recibido contestación a mi mensaje invitándolo a ejercitarse, ya que había tenido tiempo a solas para mí y mis pensamientos. La noche anterior había caído como fardo en mi cama y no había ni soñado, lo cual me permitió levantarme fresca y dispuesta a correr un poco aunque fuese ya más tarde de lo usual.

La risa se me escapaba por momentos cuando recordaba los días anteriores y todo lo que me había dicho Robert. Era difícil contener tanta emoción y no luchaba mucho por hacerlo en realidad.

¿Mudarme? ¿Estar cerca de él? ¿Vivir con él incluso? ¡Qué locura! ¡Qué bendita locura! ¡Vaya que si la vida me había cambiado en tan sólo dos semanas!

Al regresar a casa mi alegría no se socavó a pesar de que simplemente nos fue imposible coordinarnos para vernos sino hasta entrada la tarde, luego de que mi hermano y yo comimos solos y éste me avisó regresaría temprano por la tarde de su consultorio médico. Con esa novedad supe que apenas tenía un par de horas para estar con Robert y no estaba dispuesta a desperdiciarlas. En cuanto Arti se marchó, yo salí disparada hacia su departamento con las ansias de estar a su lado apenas contenidas.

Él me recibió envolviéndome en sus brazos y arrastrándome hacia sí para besarme largamente mientras la puerta se cerraba a mis espaldas. Extrañamente, en ésta ocasión casi no hablamos y más bien pronto me hallé en cama con él de nuevo y si digo la verdad, hablar era difícil haciendo lo que hacíamos.

No es que el sexo con él fuera perfecto e impoluto, porque no creo que sea así más que en las novelas cursis, ¡pero por Dios que estaba bastante cercano! Y si le aunaba la prisa por el poco tiempo que teníamos, me sentía como mercurio ardiendo cada vez que él entraba en mí. ¡Malditos minutos contados! ¿Qué no veían lo mucho que lo necesitaba así? ¿Lo insuficientes que eran siempre? Sólo me quedaba un día con él y no tenía idea si ésta era la última vez que estaríamos juntos de este modo. -¡Deja de pensar!- Me ordené a mí misma, ya habrá tiempo para despedidas luego, para llorar quizá, pero esto… Esto es ahora; y dejé que mi cuerpo mandara por el resto del tiempo que quedase.

¡Aquello era hambre! Hambre de piel, de contacto y de besos. ¡De no separarme de él nunca! Quería tenerlo todo, dejarlo exhausto de tanto amarme y seguir con ello siempre, y cada vez que me tocaba, mi mente se enloquecía más con mis deseos. A momentos le buscaba los claros ojos para mirarle como a mí, desesperado por más y sufriendo por lograrlo con todo el cuerpo.  Los leves mordiscos iban y venían sobre la piel de mis hombros regresando a mi boca y luego bajando a mis senos y me hacían responder a él con ruidoso placer aferrándome más a sus caderas, guiándolo en su ritmo y uniendo mi pelvis a la suya con desesperación, buscando más profundidad en su roce, más fuerza en su acometida y luchando por aire cuando los orgasmos me alcanzaban.

Cuando por fin tuvimos que parar, me sentía mareada y perdida y feliz… ¿Cómo era que posible que todo se hubiera confabulado de tal modo que Robert y yo nos hubiésemos conocido aquella madrugada en el aeropuerto? ¡Qué broma tan extraña me había jugado la casualidad! Él, tan distinto a mí, tan lejano a mí, y ahora estaba tumbado desnudo a mi lado boca abajo, con el pelo revuelto ocultando su bello rostro. ¡Qué maravillosa broma!

Contemplé su pálida espalda salpicada aquí y allá de lunares y la contrasté contra la piel de mi brazo y de pronto me dio miedo; la mía se veía demasiado diferente, muy bronceada para mi gusto y de la nada me sentí mal junto a él, inadecuada. ¿Cómo se había fijado en mí? Esta vez no me lo pregunté con alegría, sino con incredulidad. ¿Cómo podía ser verdad que estábamos aquí los dos? ¿Cómo es que me quería a su lado? Sin poder evitarlo visualicé a Kristen… No es que la chica fuera una belleza arrolladora, pero sí guapa, más cercana a su edad y mucho muy distinta a mí. Menuda y pálida como él, pero con una fuerte personalidad, de esas que recuerdas por encima de otros. ¿Qué iba a pasar cuando la viera? ¿Qué iba a hacer ella si de verdad estaba enamorada de Robert? ¿Cómo actuaría Rob cuando yo no estuviera más cerca? Sí, ahora estaba conmigo, aquí; pero yo me iba y tardaría en regresar lo suficiente para que muchas cosas sucedieran.

La angustia me retorció el estómago y no podía creer cómo había pasado de la felicidad absoluta a semejante estado de pánico en lo que se disipaba un orgasmo. Estando tan nerviosa mí subconsciente me hizo virar la cabeza en busca de la hora en el reloj de mi muñeca y me di cuenta con horror que casi eran las siete de la noche. Arturo no tardaría en estar de vuelta en casa y yo tendría que levantarme de aquella cama y dejarlo.

Robert sintió mi movimiento y con el rabillo del ojo echó un vistazo a lo que hice. Enderezó el rostro y el torso que  aún estaban enfrentados contra el colchón y me miró con lo que pareció dureza.

-¿Tienes prisa?

Pestañeé un momento asombrada por el sonido de su voz.

-No lo sé… Es que Arturo está casi por regresar y creo que va a empezar a buscarme.

Él me miró de nuevo y pude leer la irritación en sus ojos, pero cuando exhaló, su expresión cambió a algo que no pude captar bien ya que viró el rostro contra el muro, escondiéndolo de mí. El silencio que guardó por un momento evidenció que pensaba en algo que no me compartió y aunque esperé por un reproche cuando giró todo su cuerpo hacia mí, le noté en cambio una suave y contenida expresión en sus labios que inevitablemente me recordó al Edward que él interpretaba tan bien en las películas.

-¿Qué? ¿Qué pasa? –le interrogué-.

Él sacudió el rostro levemente con el semblante tranquilo, pero más allá, inescrutable.

-Nada… -y me rodeó con su brazo, atrayéndome contra sí de tal modo que mi espalda se recargó contra su pecho, y a pesar de la deliciosa calidez del contacto, me molestó un poco el no poder mirarle bien ya que algo me advertía era importante hacerlo.

-¿Nina, qué has pensado de lo que te dije ayer?

Sonreí, ¡él quería saber!

-Bueno, la verdad es que, no me ha parecido una mala idea y creo que me sí, que me gustaría mucho estar acá y, poder vernos y… bueno… Voy a intentarlo –dije alegremente-.

La realidad era que yo ya simplemente no quería tener que irme de su lado, no quería regresar a mi país si eso me aseguraba poder quedarme así siempre.

Sentí un beso en mi cabeza y reí apenas.

-Nina… Yo… Yo quiero decirte algo al respecto…

Me viré hacia él, interrogándole con los ojos.

-Bueno, yo… Me alegro mucho de que te sientas así… ¿Estás segura? Yo… No quiero imponerte mi modo de ser. Ayer te presioné mucho y tú no eres así…

-No, no lo soy… Pero me gusta cómo me hace sentir la imagen de mí acá. Empezando de nuevo.

-Eso es bueno Nina. Yo quiero que te sientas así, pero… -Y se irguió un poco para dejar espacio entre nosotros al hablar- Lo que quiero decirte es que… No quiero que te mudes por mí…

Mi respiración se cortó en seco y tragué saliva unos segundos después mientras me recuperaba del impacto. ¿¡Qué!? El siguió hablando con los ojos fijos en mí.

-Nina, yo he sido muy impulsivo e irresponsable al decirte todo eso ayer.

-¿Te estás echando para atrás? –le dije con un tono de voz que no supe si sonó a enojo, decepción, o angustia. Él se alejó un poco más de mí en el limitado espacio del colchón.

-No es eso Nina… Es que no quiero que bases una decisión de ese tamaño en mis hombros. Yo no puedo ser responsable por un cambio tan drástico en tu vida. Si quieres venirte debe ser porque tú así lo quieres, porque estas decidida a dejar a Imanol atrás, porque quieres reinventarte y no por un tipo que no te promete nada.

Arqueé una ceja casi en shock por el discurso que oía y me quedé mirándolo impactada.

-Sí Nina, eso es… Yo no puedo prometerte nada. Siempre has tenido razón en ello… Piénsalo, ni siquiera puedo llevarte al aeropuerto éste domingo aunque quisiera, sería un desastre. Mi vida y mi trabajo son así, inestables.  ¿Cómo voy a pedirte te mudes a California si ni siquiera yo vivo todo el tiempo aquí?

-Eso ayer no parecía un problema para ti Robert, ¿qué cambió durante la noche? –traté de no sonar áspera, sino lo más neutral posible-.

-Nada Nina… Yo… Sólo quiero hacer lo correcto contigo, te lo mereces.

-¿Me merezco esta montaña rusa? –Ahora sí empecé a enojarme. Halé la sábana para cubrirme el cuerpo mientras me sentaba como podía en el colchón. ¡Dios! ¡Y yo angustiada unos momentos antes! - ¿¡En serio me estas saliendo con el  “No eres tú, soy yo”!?

Él se mordió el labio con firmeza por un momento mientras el ceño se le cerraba un poco.

-Nina… ¿no has escuchado nada de lo que te dije? Si no me importaras no estaría diciéndote esto.

-Ok… Supongamos que en realidad te preocupa mi bienestar. Entonces… ¿estará bien usarme así? ¿Forzarme a creer en tus propuestas para luego arrepentirse? ¿Echarte un último revolcón conmigo como premio de consolación?

Noté como sus labios se cerraban en una fina línea conteniéndose de hablar de nuevo y me entró más rabia, azuzada por la decepción y el dolor.

-¡Perfecto! –Me llevé una mano a la frente mientras cerraba los ojos tratando de bloquear toda degradante imagen. – ¡Dios mío, que idiota! –No quise hablar más, me urgía salir de ahí y con los sentimientos abrumándome el cuerpo y la mente, me incorporé  temblorosa para buscar mi ropa sin soltar la sábana.

-Nina… -me llamó pausadamente desde su lugar. Yo seguí recolectando mi ropa e intentando vestirme bajo la sábana a sabiendas de que él me observaba y no contesté.

-Nina… -repitió ahora con fuerza mientras se levantaba de la cama y también procedía a vestirse.-

¡Maldito déjà vu! ¡Otra vez huyendo! Sentía que me dolía el corazón de latirme tan fuerte y el consabido zumbido se adueñó de mis oídos. La rabia y el sufrimiento me estaban fulminando y yo sólo quería salir de ahí. Maldije por lo alto al estúpido brassiere que me estaba costando tanto trabajo abrochar y refunfuñé aún más cuando peleé con los necios botones de mi blusa que se atoraban entre mis dedos. Robert sólo me miraba con el pantalón ya puesto.

-Nina…

-¡¿Qué?! – Le grité mientras sacudía violentamente mis jeans antes de calzármelos.

-Nina, ¿por qué te es tan fácil creer lo peor de mí? –dijo secamente-.

Me llené de estupor mientras se me caía la quijada. No esperaba eso.

-Sí, ¿por qué piensas que soy ese tipo de hombre? Yo no te he tratado mal.

Ahora sí reaccioné.

-¿Y cómo esperas que lo tome? ¿Crees que soy de hierro? Qué porque he tratado de ser la ecuánime en ésta relación… ¡o lo que sea!, ¿no voy a sentirme mal? Te las has pasado moviéndole los cimientos a todo mi mundo durante estas dos semanas y,  ¿ahora quieres que intente olvidar todo y seguir como antes? ¡No puedo! No se puede hacer. El hecho es que te dejé entrar en mi vida y te metiste por la puerta ancha, tumbando paredes y remodelando mi interior a placer. ¿Quieres que si me mudo no te involucre en ello? ¡Por Dios! ¡Si ni siquiera era una idea en mi mente antes de conocerte!

Bufé irritada y de nuevo me enfrasqué en la lucha con mis jeans.

-Nina… -intentó acercarse a mí, pero yo retrocedí desdeñosa- ¡Nin! Por favor, escúchame.

Le miré rabiosa pero no me amilané.

-¿Que escuche? Bueno… A ver, habla…

Pude notar como él trataba de contener su enojo y cerraba sus ojos intentando concentrarse en algo para luego enderezarse y exudar testosterona por su mirada y con puños cerrados. Esa mirada verde se me quedó grabada para siempre, pues nunca antes la había visto en él.

-Anoche vino tu hermano a verme…

-¡¿Qué?!

-Sí… Sabe por los chismes de Internet perfectamente quién soy y mucho más.

Sentí como la furia descendía gradualmente de mi cabeza hacia los pies, aligerando el entumecimiento que me dominaba. ¿Qué había hecho Arturo?

-Hablamos un rato ayer y me hizo ver varias cosas en las que no había reparado.

Entrecerré los ojos un momento mientras se me escapaba un –“voy a matarlo”- por lo bajo.

-Supongo que el tema de conversación fui yo, ¿no es así?

-Principalmente.

-¿Y? ¿Te pidió que te alejaras? ¿Se portó como un cavernícola hermano mayor celoso?

Robert soltó una risa burlona y bastante sarcástica.

-Sí, se puede decir que sí. –Ahora mi rabia se dirigió en otra dirección- Pero en realidad, tiene razón en varias cosas… ¿O acaso creías que simplemente iba a obedecerlo como buen corderito?

-Bueno… Arturo puede ser muy agresivo a veces. ¿Se pelearon?

-No, no llegamos a eso. Sólo que te lo digo de nuevo, él está en lo cierto en asuntos importantes que te incumben a ti… Y a mí…

-No. Te equivocas Robert. Mi vida es de mi incumbencia y mis decisiones son mías. Espero que tú sepas que tienes ese mismo albedrío.

-Sí, no… no se trata de eso. Nina… es verdad que te quiero, que me importas, pero también lo es que es erróneo pedirte lo que dije cuando no voy a poder estar ahí para cumplirlo. Simplemente la filmación… Es cosa de dos o tres meses y luego… bueno… -se rascó el pelo un momento-,  vienen los viajes para promocionar el film, y no es el único trabajo que tengo signado. Ya acepté esa película que leíste en el avión. ¡No me vas a ver nunca!

Sentí como me daba nausea al oírle, por mucho que me doliera, parecía tener razón. ¡Pero si yo quería tenerlo!, ¿acaso no podríamos hacer esto funcionar?

-Pero yo estaría ocupada con la universidad, con mis trabajos…

-Sí, ¿y luego? ¿Qué va a pasar cuando te des cuenta de que estás sola casi siempre? ¿O cuando te acosen los papparazzi por todos lados? ¡Es un infierno!

-¿Qué, acaso piensas que no podré hacer amigos aquí? ¿Que de verdad mi mundo se cierra en torno a mi novio y nada más?  No tengo quince años.

-Nin… No soy tu novio… -dijo con lentitud mientras me miraba fijamente.-

Me congelé al oírle; aquello fue el tiro de gracia. Un mudo eco se adhirió a todos los espacios dentro de mis oídos y sólo podía escuchar en mi cabeza esa frase una y otra vez en cada milésima de segundo que pasaba,  “…No soy tu novio…”.

Perdí toda mi furia, toda mi esperanza y todas las ganas. No tenía nada más que hacer ahí. Estaba haciendo un papelón y él había tenido que llegar hasta lo más claro posible para hacerme entender que todo había sido sólo un amorío de vacaciones.

Me calcé los zapatos como una autómata sin decir nada y recogí mis llaves del piso también. Él seguía en silencio. Cuando estuve lista, esbocé una pantomima de sonrisa y le miré.

-¿Nin?

-No… -negué suavemente con la cabeza-… Tienes razón. Todo esto fue una locura, una buena locura, pero hay que volver a la realidad. Me disculparás si no te quiero hablar ni como la amiga que te prometí en varias ocasiones, pero así lo necesito. Tú tuviste tiempo para asimilar todo anoche y a mí me va a tomar mucho más que eso. Yo… Yo… Bueno… Creo que es el momento de despedirnos Robert.

Él pestañó varias veces y se revolvió el pelo nervioso antes de encaminarse hacia mí;  yo me cohibí sin poder evitarlo. Aún estaba desnudo de la cintura  para arriba.

-Nina, no quise herirte.

-Eso ya no se puede deshacer Robert, pero soy una niña grande… podré arreglarme de esta también.

-Nina…

Se acercó aún más a mí, con el cuerpo desgarbado en evidente cansancio o alivio. Yo estaba usando lo último de mis reservas para no desmoronarme ahí; -“orgullo, ¡ayúdame! ¡Sostenme!”-, pensé. Me tomó por el mentón y me obligó a elevar mi rostro hacia el suyo.

-Nina… Prométeme que no vas a hacer nada estúpido, como  casarte con Imanol o algo así.

Mi respiración era apagada, insuficiente y casi no podía entender lo que me decía. ¿Imanol? El borroso rostro se filtró en mi mente mirándome anhelante… ¡Pobre tipo! Ahora podía sentir empatía con él, darse cuenta como se te va lo que más deseas… Y aún así, él seguía esperándome en casa.

-Ya no tienes derecho a decirme eso Robert. Ya no.

Me miró demasiado cerca.

-¿Ni como tu amigo?

Sus ojos verdes se tornaban azules… ¿Por qué no lo había notado antes? ¿Acaso el verde se disolvía en un azul a causa de sus emociones? Estaba demasiado cerca, sólo un poco más y sus labios me tocarían.

-No… - Y rompí el contacto de nuestras miradas, negándome a quererle más.-

Una pausa… Esa pausa desvió ese último beso hacia mi frente, donde se prolongó angustioso.

-Nina… Mí Nina… - susurró su aliento sobre mi piel-. Sólo quiero lo mejor para ti.

Mi rostro ya no obedecía a expresiones, incapaz de mostrar nada más. Me solté de su contacto y me viré hacia la puerta.

-Adiós Robert, cuídate mucho.

Se quedó ahí, plantado en la sala, con los pies descalzos y la piel expuesta. Sus ojos de un azul Rembrandt, llenos de tristeza.

Yo no di ya marcha atrás.


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¡Chicas! ¡Quiero Llorar!!!! ¡Dios, me dolió! ¡Me dolió de verdad! Meterme así, en la piel de Nin fue estremecedor, vivir con ella semejante rechazo fue agobiante. ¡Pobrecita!

Éste iba a ser el final de la historia; de hecho, la última oración era en realidad “…Esa fue la última vez que lo vi...“, pero Coka casi me asesina cuando le envié el capi para que lo publicara. A ella ya le había contado la totalidad de la historia. Una trama que soñé hace ya dos años y que aún recuerdo, aunque nebulosamente.

Voy a atreverme a contarla en su totalidad, aunque es evidente que la historia ya está llegando a su fin por sí misma. Espero aún se animen a seguir leyéndola.

Y de antemano, ¡millones de gracias a todas ustedes que se han tomado el tiempo de leerme desde el 2010! Especialmente a mi Coka, ¡gracias, gracias, gracias! ¡Maldita distancia que nos separa amiga!
¡Las quiero!

Cariños: Sissy

P.D: Escuchen ésta canción si es que no lo han hecho ya,  es algo de lo que falta: ADELE, “Someone Like You”. Para uds. con subtítulos.

 http://www.youtube.com/watch?v=WPMKqxhVjmw


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